Resumen
En su discurso el 10 de diciembre de 1976 en el banquete del Premio Nobel, Saul Bellow (1915-2005) recordó que, a pesar de las apariencias, el niño que llevamos dentro se deleita y, por otra parte, el adulto es escéptico. Bellow hablaba de sí mismo. Pero tratándose de un verdadero novelista, original y profundo, sin duda se refería también a todo el mundo. De ese modo, había establecido, de manera consciente o no, la línea que separa al lector del escritor. Por tanto, la escritura de la novela debería salvaguardar las apariencias, sustentada en la duda. Tal vez sea el motivo, controvertido y enormemente discutible por lo demás, de que Bellow haya abordado la literatura como un comentario filosófico. El lector de filosofía, que probablemente se distingue del filósofo en que se recrea en la conducta de la vida, sería, en efecto, un apelativo adecuado para el escritor canadiense, permanentemente en suspenso, como todos sus libros muestran de manera ejemplar, entre ambos mundos.