Resumen
El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” es la máxima más célebre de lord Acton, para quien servía, sin poner demasiado énfasis sobre ello, sólo como una pauta para comprender el curso ordinario de las cosas. En la misma carta al obispo e historiador del Papado Mandell Creighton donde se encuentra esa frase, lord Acton cifraba la ética de la historia —de la escritura de la historia, de la historiografía en sentido estricto— en no ser “misterioso ni esotérico” y no apelar a un “código oculto” ni a “secretos morales”, sino a un código “común”.