Resumen
En la celebérrima carta remitida a von Ficker a finales de 1919, Wittgenstein descifra, para estupefacción de aquél, el Tractatus en los siguientes términos: “mi obra se compone de dos partes: de la que aquí aparece, y de todo aquello que no he escrito. Y precisamente esta segunda parte es la importante... Creo, en una palabra, que todo aquello sobre lo que muchos hoy parlotean lo he puesto en evidencia yo en mi libro guardando silencio sobre ello”. De ceñirnos al contenido de la glosa, la función principal de lo que aparece en el Tractatus (un ramillete de lacónicos y enigmáticos veredictos deudores de la primera fase del giro lingüístico) no estribaría tanto en sentar cátedra sobre determinados asuntos (que también) como en servir de contraste a lo importante —lo que no aparece, lo no escrito, lo ausente— para referirlo de soslayo, por vía indirecta. Bien está, pero ¿por qué silenciar lo importante en lugar de darle la palabra sin más?