Resumen
La primera recepción de Spinoza —a finales del siglo XVII y principios del XVIII— presupone una visión fatal de su sistema ético; algo así como la constatación de que dos realidades corren en paralelo en consecución de un mismo fin y que, por tanto, una debe derribar inevitablemente a la otra. Qué tuviera de verdad aquella interpretación parece que hoy ya no necesita dilucidarse. Si realmente dos tradiciones paralelas de pensamiento conducen a su enfrentamiento —y, por tanto, a la disolución de una de ellas en la otra—, se puede decir que esto es por poco tiempo y fruto más de la fortaleza de nuestro mundo de imágenes que de una realidad constante. Incluso ejemplos tan prosaicos como los toscos acontecimientos políticos del siglo XX todavía demuestran que, después de 1945, los vencedores no han dejado de cerciorarse de la presencia del mismo espíritu que además de combatir creyeron haber derrotado.