Resumen
Los registros de la escritura de Landor son infinitos y, sin embargo, su formidable aire de familia no resulta menos común y conmovedor que su uso deliberadamente reservado del lenguaje. Con esta impresión, no demasiado novedosa por otra parte, que el lector podría corroborar, si quisiera, desde el primer momento, en cada una de todas las Conversaciones imaginarias[1] que ha escrito Landor, entre las cuales Pericles y Aspasia es su obra magna, bastaría, por el contrario, para reivindicar la lectura de Landor como parte de una educación liberal, por así decirlo, completa en sí misma.