Resumen
Sus dudas podrían haber sido, en efecto, perdonadas, pues, exceptuando tal vez a los peces voladores, no había raza alguna en la tierra, en el aire o en el agua que fuera objeto de una persecución tan ininterrumpida, general e implacable como los judíos de esa época. Con el menor y más irrazonable pretexto, así como con las acusaciones más absurdas e infundadas, sus personas y su propiedad estaban expuestas a todos los excesos del furor popular.