Resumen
Contamos con la figura de la comunidad utópica como alternativa a la tópica al menos desde la República de Platón. Quizá desde la expulsión del paraíso. En el siglo XIX, siguiendo en parte la obra de Thomas Moro y en parte la refundación constante del Nuevo Mundo, se llevaron a cabo en Estados Unidos una serie de experimentos basados en la constitución de comunidades alternativas a la institucional. Su intención era noble pero acabaron desmantelándose por sí mismas. Como resistencia a la pérdida de individualidad que estas (como la institucional) representan, Emerson, Thoreau, etc. mantuvieron la pauta socrática de que la única ciudadanía del filósofo está en los cielos, de que todo lo bueno es salvaje y libre.