Resumen
Que la traducción sea la lengua franca de la cultura y que lo que no se pueda traducir esté condenado al olvido —la proposición más sensata de cualquier sentido concebible de las humanidades en la actualidad— tropieza, sin embargo, con el hecho de que, en la época clásica de los griegos, no parezca haberse practicado demasiado. De las diversas formas verbales, todas ellas compuestas y algunas de ellas tardías, que la lengua griega nos ha dejado para referirse aproximadamente a lo que ahora conocemos por traducción —ἐξερμηνεύω, μεθερμηνεύω, προερμηνεύω, ἀντιφράζω, μεταφράζω—, solo la variación μεταφέρω ha encontrado su lugar en los diálogos platónicos, el cuerpo textual mejor conservado de la literatura antigua.