Resumen
Manuel Jiménez Redondo ha sido para mí un maestro, un amigo, a veces como un padre, un confidente, un acompañante o guía espiritual y vital. Todo eso y más allá de donde las palabras puedan llegar.
Cuando fui a sus clases en la Universidad, por los años noventa, enseguida vi en él lo que venía a ser, para mí, el ideal del sabio. Una persona cercana, sincera, profunda, con un finísimo sentido del humor y, sobre todo, muy humano, fascinante y entrañable a la vez.