Resumen
Casi nonagenario, Hilary Putnam (nacido en 1926) podría ser acreedor al sentido de las retractationes de san Agustín y decir de su propia obra que el efecto de la lectura es equivalente al efecto de la escritura. Formado en la tradición de una filosofía, como la analítica, para la cual la tradición carece de sentido más allá de las referencias que puedan hacerse a obras que se han demostrado falibles en menos de una generación, Putnam ha conservado, sin embargo, lo que él mismo llama, en la última página de Ética sin ontología, “algún sentido de la historia” (p. 136; cf. La filosofía judía, pp. 74, 175, n. 16 y 176, n. 21) y, desde luego, también un maravilloso sentido del humor, que le permite bromear sobre su condición de quantum philosopher que pone en aprietos a los lectores que no sean él mismo y traten de determinar su posición en momentos distintos.