Resumen
En la visión más convencional de los hechos se nos dice que usamos el lenguaje para comunicar. Pero si hay algo que caracteriza de verdad el uso humano del lenguaje, si algo lo distingue de un grito de alarma, de una solicitud de ayuda, o de ese ofrecimiento que realizamos a nuestro congénere, atendiendo a lo que exige nuestro ser social, es que el lenguaje sirve también para organizar nuestra vivencia individual de las cosas, sirve para hablar con uno mismo, para trazarnos algún vago plan de futuro, pero, sobre todo, para elaborar ese relato retrospectivo, autobiográfico, que nos identifica. Quedarse sin palabras con las que hablarse a uno mismo es quedarse sin intimidad, esto es, sin existencia que podamos calificar como verdaderamente humana.
Esta intimidad en nuestras relaciones con la palabra preside y articula la novela que aquí reseñamos, una novela en la que se contiene un balance de impresiones que se van hilvanando en la memoria de su protagonista, Arturo, profesor de lenguas y culturas clásicas, recientemente jubilado. Estas impresiones corresponden a escenarios reales y a diálogos con otros personajes que comparten su historia. Las vivencias de las que se da cuenta pueden moverse entre lo más carnal, o descarnado, y el puro espacio ficcional, entre la verdad y lo verdaderamente imaginado.