Resumen
Llama la atención, ya nada más tomar este libro entre las manos, que la portada sea una foto del rostro de la autora ataviada con el hábito benedictino. Y no tanto por el hábito en sí (aunque también tenga su miga), cuanto por esa centralidad puesta en su retrato, que es, de alguna manera, tanto como decir que el libro importa más por quien lo escribe que por lo que está escrito en él.