Resumen
A través de una ingente cinematografía, Ingmar Bergman supo como pocos expresar el fondo infinito de la angustia existencial; un desconsuelo vital que él mismo experimentó a lo largo de su vida y del cual es testigo el conjunto de su obra. El presente estudio busca mostrar la capacidad de su obra cinematográfica para plasmar algunos problemas abordados por el existencialismo –en nuestro estudio concretaremos el contexto intelectual concreto al que aludimos con este término–, particularmente aquellos referidos a la vida entre los otros. Para ello, se han seleccionado tres películas del director sueco, El rostro (1958), Persona (1966) y El rostro de Karin (1984) que comparten un mismo hilo conductor: la representación de la existencia entre los otros a partir del rostro humano. A través del análisis y evolución de éstas podremos ver cómo las cuestiones filosóficas se vuelven más aprehensibles desde la mirada, gracias precisamente a la idiosincrasia del medio cinematográfico.