Resumen
Acabado el Concilio Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965, Michel de Certeau ya poseía una voz propia y firme en el seno de la Compañía de Jesús. Con ella marcó una clara “ruptura instauradora” en la espiritualidad y la doctrina del catolicismo postconciliar, a pesar de las discrepancias que lo separarían de su congregación y, en particular, de Henri de Lubac (1896-1991), su mentor y una de las figuras más emblemáticas de la Iglesia francesa del siglo XX.