Resumen
Se ha dicho que Emerson no es un filósofo. Considero verdadera o falsa esa negación según se diga como elogio o como reproche, según los motivos que presente. Cuando el crítico aduce la falta de método, la ausencia de continuidad, de lógica coherente y, con la vieja historia de la cuerda de perlas holgadamente dispuestas, rechaza a Emerson como un escritor de máximas y proverbios, un compilador de percepciones brillantes y aforismos abruptos, el crítico, en mi opinión, expone sencillamente su incapacidad para seguir una lógica que está finamente labrada. “Queremos mucha lógica en cada hombre; no podemos perdonar su ausencia, pero eso no debe decirse. La lógica es el avance o el desarrollo proporcionado de la intuición, pero su virtud es como un método silencioso; cuando aparece como proposiciones y tiene un valor aparte, es inútil.” Emerson cumple su propio requisito. El crítico necesita el método presentado aparte y no descubrir que su hilo principal se ha perdido. De nuevo, dice Emerson, “no hay cumplido como el de dirigir a los seres humanos pensamientos desde la altura y presuponiendo su inteligencia”, un cumplido que los críticos de Emerson se han apresurado generalmente a evitar. Resumiendo, no conozco a otro escritor, no importa cuan segura sea su posición en los tratados de historia de la filosofía, cuyo movimiento de pensamientos sea más compacto y unificado, ninguno que combine más adecuadamente la diversidad de la acometida intelectual con la concentración de forma y efecto. he leído recientemente la carta de un caballero, distinguido escritor de filosofía, en la que señala que los filósofos son una clase estúpida, puesto que quieren toda razón cuidadosamente señalada y etiquetada y son incapaces de dar nada por sentado. El paternalismo condescendiente, por parte de los críticos literarios, de la falta de coherencia de Emerson nos recuerda que los filósofos no tienen el monopolio de esa forma particular de estupidez.