Resumen
Sin duda, uno de los personajes más populares de la mitología clásica, debido a su pervivencia en forma de cuento, es el Rey Midas. Su fama se debe al episodio en que, tras ayudar a Sileno, el divino fauno-sátiro le otorga, a petición del propio Midas, el don de convertir en oro todo lo que toque.1 Pero existe otro episodio menos conocido en que el avaricioso rey sufre una extraña transformación: sus orejas cambian para transformarse en las de un asno. La historia es la siguiente: Midas deambulaba por el Monte Tmolo cuando fue elegido como juez, junto con el propio monte, en una competición musical que tenía lugar allí entre Apolo, dios tañedor de lira, y, según las versiones, Pan o Marsias, que soplaban instrumentos de viento. Tmolo dio como vencedor a Apolo, pero Midas se decantó por Marsias-Pan; enfadado por su veredicto, Apolo transformó las orejas de Midas en las de un asno, obligándolo a cubrírselas con una tiara púrpura o, lo que es lo mismo, con un gorro frigio; la única persona que sabía de las orejas de asno ocultas bajo el gorro era su peluquero, que fue incapaz de guardar el secreto. Para evitar decírselo a nadie, cavó un hoyo en el suelo y lo gritó allí, enterrando el secreto en la tierra.