Resumen
Como tantos pensadores políticos, desde Platón en adelante, Maquiavelo concebía a los hombres en general como egoístas, ingratos y volubles. Según Maquiavelo la naturaleza malvada del hombre es una realidad indiscutible puesta de relieve por la experiencia histórica y la investigación sobre la vida política. Este pesimismo antropológico, la aceptación de esta realidad, es la base sobre la que todo legislador deberá edificar el orden político, la organización de la convivencia humana. Pero, a diferencia de Platón y Aristóteles, antes que él, y de Hobbes y Locke, después, Maquiavelo no cree que exista un principio fijo o dado de organización (la división del trabajo o los derechos naturales del individuo, por ejemplo), y que la tarea de gobierno consista en articularlo y apoyarlo: para Maquiavelo no existe un sistema natural o dado por Dios para ordenar la vida política, más bien la tarea de la política consiste en crear el orden en el mundo.