Resumen
Diez años después de la muerte de Hermann Cohen, la primera edición de su obra póstuma sobre filosofía de la religión se había agotado. Esa primera edición había nacido bajo una estrella desafortunada. Su texto, incluso en las dos primeras partes, cuya impresión había supervisado el propio Cohen, se parecía más a la publicación azarosa de un manuscrito cualquiera de una vieja obra
que a un libro moderno, y desde luego no a un libro coheniano: Cohen, fiel a su principio, transmitido
por Robert Fritzsche,1 de que “el aspecto filológico debe estar siempre a punto”, cuidó siempre con especial atención la edición de sus obras.