Resumen
Me gustaría comenzar este artículo sobre Rafael Courtoisie adelantando mi convicción, naturalmente discutible, de que la mejor ética de un escritor consiste en cuidar su propio trabajo. En
tiempos difíciles, decía más o menos Max Weber, lo único que cuenta es que cada uno haga bien su trabajo. Yo creo que esta apelación al Beruf, al trabajo como vocación, a la profesión como tal (entendiendo el término, en primer lugar, en el sentido de “oficio”, y luego en el de “profesión de fe”), supone un ajuste de cuentas contra tanto “arte comprometido” de mala calidad, en el pasado o en el presente, muchas veces comprometido con todo salvo con aquello con lo que debería haberlo estado.