Resumen
Si tuviéramos que definir y describir nuestro tiempo, lo haríamos a través de una lista de adjetivos que girarían en torno a un mismo campo y orden de significado: desencuentro. De ahí que volvamos a recuperar, de forma incomprensible, el discurso de las fronteras, de la “extranjeridad”, de la exclusión afirmada y bendecida de forma institucional; en otras palabras, a asumir la diferencia, no como un acicate para el ulterior desarrollo humano y personal, sino como una amenaza, como aquello que debe ser eliminado de cualquier orden de discurso y, lo más importante, de nuestras vidas cotidianas.