Resumen
Badiou ha afirmado abiertamente su epicureísmo en conexión con la filosofía del acontecimiento, entendido como el elemento o aspecto de la realidad que introduce y representa lo aleatorio, lo azaroso en tanto que “no se deja organizar por aquello de lo que proviene” (165). En relación con la composición del mundo, el acontecimiento supone la posibilidad (del mundo, léase entre líneas), aunque, aclara Badiou, “no hay acontecimiento del mundo. Hay acontecimientos en el mundo” (166). Sintomáticamente, la filosofía es entonces un mero “ejercicio de transmisión” de algo incomunicable, casi inefable. De manera que la filosofía no es un problema, sino que lo excepcional es la verdad. La filosofía del acontecimiento es, por tanto, materialista en un sentido concreto. Entendida como una meditación sobre la negación, no sobre el nihilismo, la filosofía de Badiou se traduce en una dialéctica entre un sujeto y una verdad específicos como condición de posibilidad del cambio, a diferencia de la dialéctica hegeliana “implacablemente determinista”. No obstante, el azar es equivalente al subjetivismo. Así que la filosofía es la “elevación de la confusión a elevación”, lo que sirve como diagnóstico de la época, lejos de toda trascendencia, en que existe una verdad que puede ser demostrada y realizada por el sujeto que la incorpora. De hecho, conceptualmente, la verdad sería una creación o construcción que corresponde a una específica experiencia existencial de la que habla como la “verdadera vida”. El nuevo materialismo de Badiou, aunque indeterminista, guiado por el azar, es el que declara, refrendado por lo que puede llamarse la verdad matemática, que la ciencia es el único acceso al ser. La tesis principal de la filosofía del acontecimiento de Badiou es que el ser es la infinidad de las multiplicidades; luego no se trata de un ser; y las multiplicidades es todo lo que es, descompuesto en tantas otras multiplicidades, y así sucesivamente, hasta llegar al vacío.