Resumen
La democracia no es aburrida. Como ha señalado recientemente el sociólogo Wolf Lepenies, el tiempo del aburrimiento se ha terminado. La democracia, y especialmente la democracia constitucional, necesita el esfuerzo consciente y constante del pensamiento: no puede apoyarse en concepciones heredadas ni limitarse sólo a la interpretación, porque tiende por sí misma a la transformación. Al decir que todo está en juego expresamos de una manera muy torpe lo que en realidad queremos decir: que nos tomamos en serio la democracia. En lugar del fin de la historia, nos encontramos con que, una y otra vez, hemos de volver a empezar a pensar en cada una de las ideas con las que dar forma al hecho natural e inevitable de tener que ganarnos la vida juntos.