Resumen
Harold Bloom dijo, de un modo elocuente y con toda la certeza del mundo, que la imagen de un niño leyendo constituye un acto de inteligencia inestimable en la medida en que muestra algo que está a punto de ser y que no debería ser interrumpido por nada; una imagen que tal vez podría representar tanto una advertencia como el fruto de un resentimiento mayor y que, conforme a una pauta de discernimiento originaria en nuestra condición humana estipulada por Harold Bloom y relativa a una falta de comprensión inevitable de lo que éramos en contraste, y por comparación, con lo que somos, nos acabaría condenando como niños que no han dado continuidad a la
lectura o como adultos que todavía no han aprendido a leer, al menos a leer con profundidad, o que ni siquiera han leído, al menos lo suficiente, tanto en los libros como en la vida.