Resumen
La escritura de un libro sobre Vértigo (1958) parece una tarea en sí misma vertiginosa. El filme de Alfred Hitchcock sigue proyectando su sombra sobre nuevos espectadores, sesenta años después de su estreno, suscitando interpretaciones que nunca llegan a escapar a la enigmática espiral que atrapó al detective Scottie Ferguson (James Stewart), su protagonista. A este respecto, la obra de Robert B. Pippin aspira a ser algo más que una interpretación: es una ‘lectura’, en el sentido dado por Stanley Cavell a este término; es decir, una crítica que se enfrenta a una película completa y, sobre todo, a la experiencia que un espectador ha tenido de ella. Con una peculiaridad: aquí el espectador es un filósofo convencido de que, en ocasiones, el mejor pensamiento puede tomar forma de película. “De algunas películas puede decirse que tratan de iluminar algo sobre la conducta humana que de otro modo apenas entenderíamos” (p. 20), sostiene el autor. En este sentido, de su experiencia de Vértigo nace una pregunta que no puede ser respondida aludiendo solo al placer o al entretenimiento: ¿Cuál es la razón de mostrarnos esta narración de esta manera? ¿Por qué Vértigo?