Resumen
Saint-John Perse, Anábasis, ed. Bilingüe, trad. y notas de J. A. Gabriel y Galán, Visor, Madrid, 2002, 88 pp. ISBN: 978-84-7522-164-9.
No se me ocurre otro modo mejor de comenzar a escribir que agradecer a la lectura de Alain Badiou, cuya filosofía resulta sorprendentemente familiar para mí, el placer de descubrir la poesía de Saint-John Perse, en concreto la escritura natural de Anábasis, de acuerdo con mi intuición hasta ahora inseparable de mi condición como lector de poesía, y como lector en general, de que la esencia o la cualidad intrínseca de la poesía no se deja definir por la misma razón que, en el fondo, el arte de leer no es sino, de una manera interminable, la verdadera condición de la escritura, esto es, su confirmación y también la mía como lector. Por eso, debo confesar, además, que la enantiodromia que lleva de la filosofía a la poesía, y no como suele ser cronológicamente de la poesía a la filosofía, ha sido no por casualidad un camino que siempre he tratado de seguir en silencio y con insistencia, no exento de la sensación de extrañeza que subyace a cualquier intuición o conocimiento nuevo, hasta la actualidad. Henry David Thoreau, por ejemplo, observaría en esa extrañeza la esencia de la poesía como un movimiento elevado hacia el exterior que, en mi opinión, recuerda la salida de la caverna platónica, el único ascenso o la única anábasis que literalmente en realidad importa. En un mundo civilizado aún sin civilizar, el arte de leer y el arte de escribir se entremezclarían desde el principio como una unidad que pone de manifiesto la verdad absoluta del tiempo o, más bien, la verdad de un tiempo absoluto que aún hoy no se distingue fácilmente de la estética del lenguaje. Precisamente en su magnífico ensayo sobre el lenguaje, Walter Benjamin explicaba prácticamente desde un punto de vista mayestático, sin prestar más atención a lo que dicen las palabras que a lo que supuestamente tratan de mostrar, que el silencio es la condición de existencia tanto del lenguaje en general como del lenguaje del hombre en particular. Una conclusión parcial al respecto podría ser que el pensamiento es irreductible al lenguaje en la medida en que, efectivamente, el lenguaje es irreductible al silencio. Para Walter Pater, por mencionar un espíritu afín a la poesía entre la literatura y la filosofía, el concepto de poeta-pueblo recogía perfectamente el origen mítico de la poesía de la imaginación.